jueves, 1 de abril de 2010

Lenin sobre la Cuestión de la Mujer

Los siguientes pasajes son del libro Recuerdos sobre Lenin de Clara Zetkin, una entrevista que ella le hizo en Moscú en el otoño de 1920. Reimpreso de Lenin, La emancipación de la mujer, Editorial Progreso, Moscú, 1971.


“Por eso es totalmente justo que presentemos reivindicaciones en favor de la mujer. Esto no es un programa mínimo, no es un programa de reformas en el espíritu socialdemócrata, en el espíritu de la II Internacional. Esto no es el reconocimiento de que creamos en la eternidad o al menos en una existencia prolongada de la burguesía y de su Estado. Tampoco es un intento de apaciguar a las masas femeninas con reformas y desviarlas de la lucha revolucionaria. Esto no tiene nada de común con las supercherías reformistas. Nuestras reivindicaciones se desprenden prácticamente de la tremenda miseria y de las vergonzosas humillaciones que sufre la mujer, débil y desamparada bajo el régimen burgués. Con esto testimoniamos que conocemos estas necesidades, que comprendemos igualmente la opresión de la mujer, que comprendemos la situación privilegiada del hombre y odiamos —sí, odiamos— y queremos eliminar todo lo que oprime y atormenta a la obrera, a la esposa del obrero, a la campesina, a la esposa del hombre sencillo e incluso, en muchos aspectos, a la mujer de la clase acomodada. Los derechos y las medidas sociales que exigimos de la sociedad burguesa para la mujer, son una prueba de que comprendemos la situación y los intereses de la mujer y de que bajo la dictadura proletaria las tendremos en cuenta. Naturalmente, no con adormecedoras medidas de tutela; no, naturalmente que no, sino como revolucionarios que llaman a la mujer a trabajar en pie de igualdad por la transformación de la economía y de la superestructura ideológica”.

Aseguré a Lenin que compartía su punto de vista, pero que, indudablemente, este punto de vista encontraría resistencia. Mentes inseguras y medrosas lo rechazarían como “oportunismo peligroso”. Tampoco se debe negar que nuestras actuales reivindicaciones para la mujer pueden ser comprendidas e interpretadas equivocadamente.

“¡Qué le vamos a hacer!”, exclamó Lenin, algo irritado. “Este peligro se extiende a todo cuanto decimos y hacemos. Si por temor a él vamos a abstenernos de actos convenientes y necesarios, podemos convertirnos sencillamente en místicos contemplativos indios. ¡Nada de moverse, nada de moverse, no sea que caigamos desde la altura de nuestros principios! En nuestro caso no se trata sólo de lo que exijamos, sino de cómo hagamos esto. Yo creo que lo he subrayado con suficiente claridad. Como es lógico, en nuestra propaganda no debemos repasar en actitud orante las cuentas del rosario de nuestras reivindicaciones para la mujer. No, en dependencia de las condiciones existentes debemos luchar ora por unas reivindicaciones, ora por otras, luchar, naturalmente, siempre en relación con los intereses generales del proletariado.

“Como es lógico, cada combate nos pone en contradicción con la honorable camarilla burguesa y sus no menos honorables lacayos reformistas. Ello obliga a estos últimos bien a luchar a nuestro lado, bajo nuestra dirección —cosa que ellos no quieren—, bien a quitarse la máscara. Por tanto, la lucha hace que nos destaquemos con relieve, pone de manifiesto nuestro perfil comunista. La lucha nos granjea la confianza de las amplias masas femeninas, que se sienten explotadas, esclavizadas, agobiadas por el dominio del hombre, por el poder de los patrones y por toda la sociedad burguesa en su conjunto. Las trabajadoras, traicionadas y abandonadas por todos, comienzan a comprender que deben luchar junto con nosotros. ¿Debemos aún persuadirnos unos a otros de que la lucha por los derechos de la mujer tiene que estar vinculada con el objetivo fundamental: con la conquista del Poder y la instauración de la dictadura del proletariado? Esto es para nosotros en los momentos actuales y seguirá siendo la esencia. Esto es claro, completamente claro. Pero las amplias masas femeninas trabajadoras y populares no sentirán el anhelo irresistible de compartir con nosotros la lucha por el Poder del Estado si siempre trompeteamos exigiendo esta sola reivindicación, aunque sea con las trompetas de Jericó. ¡No, no! También en la conciencia de las masas femeninas debemos vincular políticamente nuestro llamamiento con los sufrimientos, las necesidades y los deseos de las trabajadoras. Estas deben saber que la dictadura proletaria significa para ellas la plena igualdad de derechos con el hombre tanto ante la ley como en la práctica, en la familia, en el Estado y en la sociedad, así como también el derrocamiento del poder de la burguesía”.

“¡La Rusia Soviética está demostrando esto”, exclamé, “y nos servirá de gran ejemplo!”

Lenin prosiguió:
“La Rusia Soviética plantea nuestras reivindicaciones para la mujer bajo un aspecto nuevo. En la dictadura del proletariado esas reivindicaciones ya no son objeto de lucha entre el proletariado y la burguesía, sino que son ladrillos para la edificación de la sociedad comunista. Esto muestra a las mujeres de más allá de nuestras fronteras la importancia decisiva de la conquista del Poder por el proletariado. La diferencia entre su situación aquí y allí debe ser establecida con precisión, para que ustedes puedan contar con las masas femeninas en la lucha de clase revolucionaria del proletariado. Saber movilizarlas con una clara comprensión de los principios y sobre una firme base organizativa, es cuestión de la que dependen la vida y la victoria del Partido Comunista. Pero no debemos engañarnos. En nuestras secciones nacionales no existe todavía una comprensión cabal de este problema. Nuestras secciones nacionales mantienen una actitud pasiva y expectante ante la tarea de crear bajo la dirección comunista un movimiento de masas de las trabajadoras. No comprenden que desplegar ese movimiento de masas y dirigirlo constituye una parte muy importante de toda la actividad del Partido, incluso la mitad del trabajo general del Partido. El reconocimiento, a veces, de la necesidad y del valor de un potente movimiento femenino comunista, que tenga ante sí un objetivo claro, es un reconocimiento platónico de palabra, y no una preocupación y un deber constantes del Partido.

“Nuestras secciones nacionales conciben la labor de agitación y propaganda entre las masas femeninas, su despertar y su radicalización como algo secundario, como una tarea que afecta exclusivamente a las mujeres comunistas. Se reprocha a las comunistas que esta obra no avanza con la debida rapidez y energía. ¡Esto es injusto, totalmente injusto! Verdadero separatismo e igualdad de derechos de la mujer à la rebours, como dicen los franceses, es decir, igualdad de derechos de la mujer al revés. ¿En qué se basa esta posición errónea de nuestras secciones nacionales? (No hablo de la Rusia Soviética.) En definitiva, esto no es otra cosa que una subestimación de la mujer y de su trabajo. Eso es. Lamentablemente, de muchos de nuestros camaradas aún se puede decir: `Escarbad en un comunista y encontraréis a un filisteo'. Naturalmente, es preciso escarbar en el punto sensible: en su psicología con relación a la mujer. ¿Existe prueba más evidente que el hecho de que los hombres vean con calma cómo la mujer se desgasta en el trabajo doméstico, un trabajo menudo, monótono, agotador y que le absorbe el tiempo y las energías; cómo se estrechan sus horizontes, se nubla su inteligencia, se debilita el latir de su corazón y decae la voluntad? Naturalmente, no aludo a las damas burguesas, que encomiendan todos los quehaceres domésticos, incluido el cuidado de los niños, a personas asalariadas. Todo lo que digo se refiere a la inmensa mayoría de las mujeres, comprendidas las mujeres de los obreros, aunque se pasen todo el día en la fábrica y ganen su salario.

“Son muy pocos los maridos, hasta entre los proletarios, que piensen en lo mucho que podrían aliviar el peso y las preocupaciones de la mujer, e incluso suprimirlos por completo, si quisieran ayudar `a la mujer en su trabajo'. No lo hacen, por considerarlo reñido con `el derecho y la dignidad del marido'. Este exige descanso y confort. La vida casera de la mujer es un sacrificio diario en miles de detalles nimios. El viejo derecho del marido a la dominación continúa subsistiendo en forma encubierta. Su esclava se venga de él objetivamente por esta situación, también en forma velada.... Conozco la vida de los obreros, y no sólo a través de los libros. Nuestro trabajo comunista entre las masas femeninas, nuestra labor política comprende una parte considerable de trabajo educativo entre los hombres. Debemos extirpar hasta las últimas y más pequeñas raíces del viejo punto de vista propio de los tiempos de la esclavitud. Debemos hacerlo tanto en el Partido como en las masas. Esto afecta a nuestras tareas políticas, lo mismo que la imperiosa necesidad de formar un núcleo de camaradas —hombres y mujeres— que cuenten con una seria preparación teórica y práctica para realizar e impulsar la labor del Partido entre las trabajadoras”.

A mi pregunta sobre las condiciones existentes en la Rusia Soviética, Lenin contestó:

“El Gobierno de la dictadura del proletariado, en alianza, naturalmente, con el Partido Comunista y los sindicatos, hace todos los esfuerzos necesarios para superar las concepciones atrasadas de los hombres y las mujeres y acabar así como la base de la vieja psicología no comunista. Huelga decir que se ha efectuado la plena igualdad de derechos del hombre y la mujer en la legislación. En todas las esferas se observa un deseo sincero de llevar a la práctica esta igualdad. Estamos incorporando a las mujeres al trabajo en la economía soviética, en los organismos administrativos, en la legislación y en la labor del gobierno. Les estamos abriendo las puertas de todos los cursos y centros docentes para elevar su preparación profesional y social. Estamos creando diversos establecimientos públicos: cocinas y comedores, lavaderos y talleres de reparación, casas-cuna, jardines de niños, orfanatos y todo género de establecimientos educativos. En una palabra, estamos aplicando de verdad la reivindicación de nuestro programa de transmitir las funciones económicas y educativas de la vida doméstica individual a la sociedad. De este modo, la mujer es liberada de la vieja esclavitud doméstica y de toda dependencia del marido. Se le brinda la plena posibilidad de actuar en la sociedad de acuerdo con sus capacidades e inclinaciones. En cuanto a los niños, se les ofrecen condiciones más favorables para su desarrollo que las que pudieran tener en casa. En nuestro país existe la legislación más avanzada del mundo en lo que atañe a la protección del trabajo femenino. Delegados de los obreros organizados la llevan a la práctica. Estamos organizando casas de maternidad, casas para la madre y el niño, consultorios para las madres, organizamos cursos para aprender a cuidar a los niños de pecho y de corta edad, exposiciones sobre la protección de la maternidad y de la infancia, etc. Hacemos los mayores esfuerzos para satisfacer las necesidades de la mujeres cuya situación material no está asegurada y de las trabajadoras en paro forzoso.

“Sabemos muy bien que todo esto es todavía poco en comparación con las necesidades de las masas femeninas trabajadoras, que esto es aún completamente insuficiente para su efectiva emancipación. Pero esto representa un paso gigantesco hacia adelante con respecto a lo que existía en la Rusia zarista, capitalista. Esto es incluso mucho en comparación con lo que se hace allí donde el capitalismo ejerce aún su dominio absoluto. Este es un buen comienzo. El rumbo es acertado, y lo seguiremos de manera consecuente, con toda nuestra energía. Ustedes, en el extranjero, pueden estar seguros de ello. Cada día de existencia del Estado soviético nos hace ver con más claridad que no avanzaremos sin la participación de millones de mujeres. Figúrese lo que esto significa en un país donde el 80% de la población por lo menos, son campesinos. La pequeña hacienda campesina significa la economía doméstica individual y el sometimiento de la mujer a ella. En este sentido, la situación será para ustedes mucho mejor, las cosas les serán más fáciles que a nosotros, naturalmente, a condición de que vuestras masas proletarias tomen conciencia de su madurez histórica objetiva para la conquista del Poder, para la revolución. No desesperemos. Nuestras fuerzas crecen junto con las dificultades. La necesidad práctica hará que encontremos nuevos caminos en lo que se refiere a la emancipación de las masas femeninas. Unida al Estado soviético la solidaridad fraternal llevará a cabo grandes empresas. Naturalmente, la solidaridad fraternal en el sentido comunista, y no en el sentido burgués en que la predican los reformistas, cuyo entusiasmo revolucionario se ha evaporado como un vinagre barato. A la par de la solidaridad fraternal debe manifestarse la iniciativa personal, que se transforma en actividad colectiva y se funde con ella. Bajo la dictadura del proletariado, la emancipación de la mujer mediante la realización del comunismo tendrá lugar también en el campo. En este sentido, cifro todas mis esperanzas en la electrificación de nuestra industria y de nuestra agricultura. ¡Esta es una obra grandiosa! Las dificultades que ofrece son grandes, gigantescas. Para remontarlas es necesario desplegar y educar las poderosas fuerzas de las masas. Millones de mujeres deben participar en esto”.

Durante los diez minutos últimos llamaron dos veces a la puerta, pero Lenin continuó hablando. Al llegar aquí, abrió la puerta y dijo en voz alta:

“¡Ahora voy!”

...Lenin me ayudó a ponerme el abrigo:

“Debía usted abrigarse mejor”, me dijo preocupado. “Moscú no es Stuttgart. Hay que mirar por usted. No se enfríe. Hasta la vista”.

Me estrechó fuertemente la mano.

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